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jueves, 5 de julio de 2012

Encuentro Con El Fiel

Una noche fría que congelaba los huesos hasta la médula de todo el que no tuviera un techo, yo escribía en mi computadora un poema triste, con algo de optimismo pero sin mucha convicción. Busqué un pucho, pero la etiqueta estaba vacía, casi tanto como las ideas en mi cabeza. Exploré por toda la casa para ver si encontraba un cigarrillo, como si aquel fuese mi musa inspiradora en el momento. Sin más remedio, me vestí cual esquimal que sale de un iglú y enfilé para el kiosco.

El frío era insoportable, tanto que dudé si dejar por tercera vez de fumar; pero el vicio me ganó y seguí caminando. No miraba hacia adelante, solo veía mis pasos, por temor que al erguir el cuerpo me entrara el aire helado por el cuello. Solo pensaba en volver a mi casa caliente, cómoda y jugar con el humo en mi boca de ese cigarro que me daría todas las respuestas que creía haber olvidado. De pronto todo eso se interrumpió. Alguien se interpuso en mi camino…

-¿No tiene una moneda?- preguntó tímidamente.

Me asusté, porque no lo había visto, ni siquiera notado su presencia antes en toda la cuadra y era extraño que alguien estuviese en la calle, salvo que fuese una urgencia o saciar las ganas de fumar. Era un joven de mi edad, quizá unos años más grande, de aspecto cansado, como si viniera desde lejos y no hubiese descansado en años.

-No, no tengo nada- contesté y continué mi camino.

-La bondad no es lo mismo que la caridad- dijo a mi espalda mientras yo me alejaba.

-NO TE ENAMORES DE NUEVO- gritó, para estar seguro que yo lo escuchara a la distancia.

Como una parálisis repentina, no pude dar un paso más adelante, quedé inmóvil como si formara parte de una escenografía de una obra ajena. Giré a mirarlo buscando una explicación a aquel pedido. Pero para mi sorpresa ya no estaba ahí. Era imposible, estábamos a mitad de cuadra y no era ningún vecino que yo conociera; no escuché ninguna puerta cerrarse o algún vehículo desplazarse, simplemente no estaba.

Apresuré mi tranco para llegar lo antes posible al negocio. Las palabras las había escuchado, no podía estar loco, también pude verlo ¿mis sentidos me estaban fallando? Compre rápido y volví lo antes posible. No me entusiasmaba mucho la idea de volver a transitar el mismo lugar por el cual había tenido mi encuentro.

-No seas puto, fue solo la imaginación- Me dije, mientras tomaba coraje y volvía por el camino de ida.

Desde la esquina miré que no hubiese nadie en ninguna de las dos veredas, como tampoco en las entradas de las casas. Me sentí nuevamente tranquilo, pero de todas formas una frase resonaba en mi cabeza, de aquel sujeto misterioso. Cuando ya casi llegaba a mi casa a escasos metros sentí un escalofrío por mi espalda.

-Ahora que ya tenés cambio ¿me das una moneda?

Nunca sentí tanto miedo en mi vida como en ese instante. La voz era cálida y hasta me parecía conocida, pero no podía dejar de temblar por el frío y por este extraño individuo que nuevamente se me hacía presente. Giré con todo el cagaso del mundo y sin mirar pregunte:

-¿Quién sos?- (con una voz más temblorosa que mis piernas).

-Vos sabes quién soy.

-¿Cómo voy a saber quien sos? No te vi en mi vida, no te conozco.

-¿No me reconocés José?

Dijo mi nombre y me sentí todavía más inquieto, él sabía cómo me llamaba, conocía quien era yo.

-No tengo idea de quien sos. Terminemos con este juego y decime- con más intriga que temor ya.

-¿No te acordas de las veces que me entregaste a otras? ¿De cuando alguien se fue, como me desgarré? ¿De lo fuerte que me moví en cada uno de tus triunfos? ¿Estás seguro que no reconoces estas cicatrices en mi cuerpo?- Dijo, mientras se desprendía la ropa y mostraba el pecho.

El aliento se me cortó, me quedé sin palabras, en realidad no podía emitir sonido alguno. El tiempo parecía haberse detenido y el frío ya no era tal.

-Pero, no…-

-Ahora ya sabés quién soy- (sonriendo como aliviado).

Era irreal, ¿Por qué estaba hablando conmigo? ¿Qué hacía ahí? Y lo que más me intrigaba ¿Por qué no me tenía que volver a enamorar? Lo miré firmemente a los ojos y le pregunté:

-¿Por qué me hiciste este pedido? Si bien sabés que no puedo cumplirlo.

Me miró con una sonrisa de oreja a oreja, casi riendo.

-Nunca vas a cambiar, ahora yo también se quien sos. Hasta el último día José, nos volveremos a ver.

El tiempo volvió a transcurrir, el frío se comenzó a sentir y nuevamente desapareció ante mis ojos.

Entré en mi casa, prendí un pucho, jugué con el humo, continué escribiendo Un Libro Sin Final y acaricié la parte izquierda de mi pecho.

4 comentarios:

  1. Cada vez mejor tus nuevos escritos.. cuentos.. o narraciones.. y tu imaginación para la ficción ? si ? -te amo !

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  2. Precioso,Jose. Realmente me encantó.
    Susana Bueno

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  3. Florecia Grizzuti8 de julio de 2012, 20:17

    Buenisimo amigo! senti el escalofrio y se me puso la piel de gallina cuando lo leía.

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  4. felicitaciones por tus escritos me gustaron mucho!! a ver si te inspiras en mi y me dedicas algo jajaj besos

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